me gustó el sonido de la madera cada una de las veces que la quebró,
me gustó no pensar antes de cerrar los ojos 2 veces,
me gustó hablar en otro lenguaje,
me gustó que un enano el doble de alto me siguiera para estar en paz,
me gustó olvidar que estaba demasiado acompañada,
me gustó hacer lo que quería y al final intentar (solo por unos segundos) ser otra,
me gustó tener una flecha atrás y que aquel episodio se fuera a la mierda,
me gustó sentir que algo que no fuese alcohol se revolvía dentro,
me gustó dejar de escribir poéticamente y hacerlo de la manera en que era necesario, pues cada instante sólo se puede inmortalizar de una forma.
La serpiente ha retomado sus verdaderos colores,
al parecer no entendió el verdadero significado...
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... aunque quizás fui yo.
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